Escribo esto con la única mano que me queda. La otra flota en un frasco con formol. Estoy acostado en una cama. No me puedo mover. El cuerpo me arde, huele a solvente. Giro la cabeza. ¡Es tan espantoso lo que veo! Cierro los ojos y los monstruos no desaparecen, siguen ahí, clavados en la pared, esperando. ¿Sabrán que soy el siguiente? Pascuala se fue, pero volverá. Uno de los chinos vigila la puerta: lo vi cuando ella salió. Estoy encerrado. Mi único destino es la muerte que me convertirá en uno más de estos terribles seres que tengo frente mí, con los ojos perdidos en la nada. No sé cuánto tiempo llevo aquí, en esta choza en medio de la selva. Recién despierto después de haber perdido la conciencia.