Las representaciones de género son elaboraciones simbólicas visuales y discursivas con respecto a las relaciones entre hombres y mujeres y su lugar en la sociedad, que se expresan de diversas formas y constituyen el conjunto de ideas, creencias y significados a través de los cuales cada sociedad, en un tiempo histórico concreto, define los atributos sociales y psicológicos, así como los estereotipos de los grupos sociales en cuestión. Estas representaciones definen un horizonte normativo que regula las pautas de interacción entre los individuos y proporciona modelos de relación social para hombres y mujeres.
Lo cierto es que la escuela, dentro de lo que considera su función social, reproduce aquellas expectativas e imaginarios sociales que se tienen acerca de las personas y de su rol en la sociedad. Su currículo —explícito u oculto— fomenta relaciones discriminatorias que conviven en una armonía permisiva, en la que los estereotipos de género preconcebidos se reafirman. A partir de este, se desarrollan las capacidades y habilidades requeridas para la incorporación exitosa en el ámbito de lo público —considerado propio del género masculino—, mientras que, por otro lado, se estimula el desarrollo de ciertos valores asociados a lo íntimo, al cuidado del hogar, a lo privado, estatus que, como ya hicimos mención, se otorga al género femenino.