En el transcurso de este cuarto de siglo, palabras como “revolución” o “comunismo” han adquirido una significación diferente en el seno de la cultura, las mentalidades y el imaginario colectivo: en lugar de designar una aspiración o una acción emancipadora, evocan de ahora en adelante un universo totalitario. Al contrario, palabras como “mercado”, “empresa”, “capitalismo” o “individualismo” han experimentado el camino inverso: ya no califican un universo de alienación, de egoísmo o de valores aceptables únicamente si los sostiene un ethos ascético intramundano (el espíritu del capitalismo que animaba la burguesía protestante del siglo XIX analizada por Weber), sino los fundamentos “naturales” de las sociedades liberales postotalitarias.