no sabía con exactitud cuánto tiempo había dormido ni hacía cuánto la había visto en el jardín. Calculaba que no podrían haber pasado más de treinta o cuarenta minutos. En ese momento la marea debía estar más alta que baja y Rosa no habría podido irse al pueblo. Lo tranquilizó saber que estaba dentro de la propiedad.
Al otro lado del estero están las primeras casuchas del pueblo y en ese momento había unos niños jugando semidesnudos en la arena. Al fondo, sobre el mar, una nube oscura amenazaba con lluvia. Lo único que se oía era la furia del mar.