En la fecha acordada, Coll Dhu obtuvo el prometido amuleto. Lo impregnó de perfumes, lo cosió al interior de un paño de oro y lo colgó de una fina cadena. Así, oculto en un estuche que antaño albergara las joyas de la desconsolada madre de Coll, ofrecía el aspecto de una centelleante chuchería. Entretanto, los pobladores de las montañas maldecían junto al fuego de sus cabañas porque se había producido otro sacrílego asalto a su cementerio, y estaban organizado partidas para dar caza al criminal