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Henry Wood

  • Marcia Ramoshas quoted2 years ago
    trasladarme a la mansión de lord Furnivall, donde me convertiría en la doncella de la señorita
  • Marcia Ramoshas quoted2 years ago
    revelase jamás que era ella la que me lo había contado, pero que era un ruido muy raro y lo había oído muchas veces, casi siempre en las noches de invierno, cuando se avecinaba una tormenta. La gente contaba que era el antiguo señor quien tocaba el gran órgano del vestíbulo
  • Dianela Villicaña Denahas quoted2 years ago
    La bruja saltó sobre ella y, con una risilla, dirigió a su visitante una mirada que hizo que incluso Coll Dhu se estremeciera.
    —Su señoría es todo un rey —dijo— y por tanto digno del burragh-bos. ¡Ja, ja! Conseguiréis el burragh-bos de Pexie. Pero no es suficiente dinero. ¡Más, más!
  • Dianela Villicaña Denahas quoted2 years ago
    ¡Y, ahora, escucha! —gritó Coll—. ¡Te he pagado bien, pero si tu amuleto infernal no funciona, te mandaré prender por bruja!
  • Dianela Villicaña Denahas quoted2 years ago
    espalda. ¡Vaya, si os funcionará! Incluso si la doncella odia a su señoría tanto como al mismísimo diablo, ¡y qué!… Amará a su señoría con toda su alma pura antes de que se ponga o de que salga el sol
  • Dianela Villicaña Denahas quoted2 years ago
    O eso —añadió lanzándole una furtiva mirada lasciva— o se habrá vuelto loca antes de una hora.
  • Dianela Villicaña Denahas quoted2 years ago
    Su señoría volverá a Pexie en días doce, sí, en días doce, pues el burragh-bos es difícil de conseguir. El solitario camposanto está muy lejos, y el hombre muerto es difícil de desenterrar…
  • Dianela Villicaña Denahas quoted2 years ago
    ¡Silencio! —gritó Coll Dhu—. Ni una palabra más. Puede que quiera tu espantoso amuleto, pero lo que es, o de dónde lo obtengas, es algo que no deseo saber
  • Dianela Villicaña Denahas quoted2 years ago
    En la fecha acordada, Coll Dhu obtuvo el prometido amuleto. Lo impregnó de perfumes, lo cosió al interior de un paño de oro y lo colgó de una fina cadena. Así, oculto en un estuche que antaño albergara las joyas de la desconsolada madre de Coll, ofrecía el aspecto de una centelleante chuchería. Entretanto, los pobladores de las montañas maldecían junto al fuego de sus cabañas porque se había producido otro sacrílego asalto a su cementerio, y estaban organizado partidas para dar caza al criminal
  • Dianela Villicaña Denahas quoted2 years ago
    Muireade solo había buscado el encuentro para poder ver aquel precioso rostro. Y ahora que ya lo había visto, rutilante como el sol y tan hermoso como una azucena, cogería su cesta y se marcharía complacida. Sin embargo, se demoró un poco más.
    —¿Mi señora no ha subido nunca a una gran montaña? —preguntó Pexie.
    —No —dijo Evleen riéndose. Por desgracia, no se veía capaz de subir una montaña.
    —¡Ay, sí! Mi señora tendría que ir con más damas y caballeros elegantes en unos burritos de esos bien bonitos, y subir a las grandes montañas. ¡Oh! ¡No sabe mi señora la de cosas hermosas que hay arriba de las grandes montañas!
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