Aunque la mayoría nos consideramos personas observadoras, estoy bastante convencido de que percibimos nuestro entorno principalmente con los ojos, y en parte con el sentido del olfato; a menudo, tenemos las orejas tan solo como unos reticentes apéndices, o como un lugar muy cómodo en el que engancharnos las gafas. Tal vez oigamos, pero ¿de verdad estamos escuchando? Nuestro oído tiene un ancho de banda considerable y, aun así, no se nos suele ocurrir sintonizar; igual que con nuestro mejor mantel, solemos guardarlo para las ocasiones especiales.