. Así que mientras sus dedos salpicaban el agua, moviéndose como nerviosos gusanos que están a punto de ser freídos para un taco, comenzó a reírse como loca. Sus recuerdos flotaban en desorden frente a ella, haciéndole divertidas cosquillas en los pies. Ahí estaban los momentos más dolorosos vividos en una parafernalia psicótica que su condición de mujer asimilaba como delirios cuerdos. Su mente comenzaba a divagar. El agua le ofrecía imágenes de su pasado y su presente, de vida y muerte, de consuelo y pérdida, y así se quedó dormida en la tina, para grabarse como placa fotográfica y poder ser exhibida en uno de sus cuadros años después.