Pienso que deberíamos reafirmar el esfuerzo y el trabajo duro, que son virtudes, pero hasta un cierto punto. Porque incentivar el esfuerzo individual no implica pensar el éxito solo como producto propio. Esa es la diferencia. Que los exitosos reconozcan el rol de la suerte y de la buena fortuna, y su sentido de deuda, para que desde ahí reconozcan un sentido de obligación con los demás ciudadanos, incluyendo a los menos afortunados. Entonces, reitero: el esfuerzo es importante, pero no es el único ingrediente del éxito. Por eso, en esta era de la meritocracia lo que falta es la virtud de la humildad, que nos puede abrir a un sentido mayor de responsabilidad por la sociedad.