Por un lado el cerebro intenta ahorrar energía prediciendo cómo será el mundo; por el otro, busca la embriaguez de la sorpresa. No queremos vivir en un bucle infinito, pero tampoco queremos que nos sorprendan constantemente. No quieres despertarte mañana y encontrarte de nuevo en la película de Atrapado en el tiempo, pero tampoco quieres despertarte y descubrir que la gravedad se ha invertido y ahora estás pegado al techo