La cura sólo es posible como accidente, como acontecimiento: no depende de la voluntad ni de la intención. Sucede. Como la escritura. Cuanta más voluntad y propósito haya detrás, más se escapa, más se rehúsa. Advienen, las dos, en ciertos momentos. No creo en un estado de poesía permanente, ni en una cura permanente. Creo en contados raptos de iluminación en los que podemos ser capaces de resonar con los otros, con lo otro, de sentir en el cuerpo propio lo que es aparentemente ajeno. Ahí sucede la poesía.