Como vivimos en sociedades profundamente desiguales, en las que muchas personas se sienten con razón injustamente relegadas, hay que poder entender en qué circunstancias romper estas reglas, como impedir la circulación en una calle, deben ser toleradas porque redundan en un beneficio mayor. Se trata de poder dar espacio a las quejas y señalamientos de los sectores oprimidos, quienes no siempre encuentran eco en los canales institucionalmente creados para tal fin. A la vez, como sociedad debemos ejercer un cuidado muy especial para controlar que los poderes coercitivos estén siempre sujetos a una estricta regulación democrática, pues todo nuestro continente tiene un negro historial vinculado a la violencia estatal.