Giselle Schwarzkopf

Planeas matar a todos los que te quieren por interés?

El rojo de la piel ya había salido, pero la sangre bajo sus uñas era otra cosa.

El pequeño abrelatas se había vuelto repentinamente más brillante en su mano, mientras la niña pensaba en lo bonita que se vería la piel blanca del felino moteada de rojo.

Pintó un cuadro con la sangre y compuso una melodía con los maullidos lastimeros del felino. Sus pequeñas manos, empapadas en la esencia vital del animal, tal como pensaba que sería.

En su mente, le parecía arte.

—Eso no fue una travesura, Avan.

Si no fuese por el hecho de que llevaba impregnada la culpabilidad de arriba abajo, cualquiera diría que semejante angelito era incapaz de una atrocidad como de la que se la acusaba.

Mil veces la pequeña había imaginado qué tan bonito quedaría el contraste del pálido pelaje del felino, con la viscosa y tibia sangre que saldría de su cuerpo.

«Compadécete de ellos, sabes cómo hacerlo»,

mientras la niña pensaba en lo bonita que se vería la piel blanca del felino moteada de rojo. Sus pensamientos se nublaron hasta tal punto que casi podía sentir la tibieza de la sangre entre sus dedos, ¿cómo sería?