el modelo con el cual se le compara, y la unidad que lo mide, están constituidos con anterioridad por la idea del poder, tal como éste fue desarrollado y formado en la civilización occidental. Nuestra cultura, desde sus orígenes, conceptúa el poder político en término de relaciones jerarquizadas y autoritarias de orden-obediencia. Toda forma, real o posible, de poder se vuelve en consecuencia reductible a esta relación privilegiada que expresa a priori su esencia. Si no es posible la reducción nos encontramos más acá del umbral de lo político: la carencia de relación orden-obediencia entraña ipso facto la carencia de poder político