Esto hizo que, desde un comienzo, se criticara la forma apresurada en que se levantó el llamado Censo de Bienestar (que no fue realmente un censo, sino un levantamiento de necesidades, como se ha terminado por evidenciar), la falta de rigor en su metodología, las condiciones de opacidad en las que se llevó a cabo, y la ausencia de claridad en los objetivos y metas de algunos programas.