el francés un idioma esencialmente lógico y discursivo. Ningún otro, quizá, logre expresar mejor los más variados matices de una idea, las más sutiles gradaciones de un sentimiento. Pero en su afán de ceñirlo todo, como una malla, pierde consistencia, peso, densidad, y, demasiado transparente —y hasta delicado por demás—, prefiere, con excesiva frecuencia, la gracia y el «espíritu de finura», al ímpetu y al vigor.