Jessamine Chan

Las madres no consiguen que sus muñecas se sientan seguras. Si las muñecas se sintieran seguras, dejarían de llorar. Las instructoras les dicen que gestionen su frustración. Conservando la calma, muestran a su hija que una madre es capaz de soportar cualquier cosa. Una madre siempre es paciente. Una madre siempre es amable. Una madre siempre es generosa. Una madre nunca se desmorona. Una madre es el parachoques entre su hija y este mundo cruel.

Las madres desvían la mirada. Queda sobrentendido que la escuela no considera propio de una madre el lesbianismo.

Alicia se echa a llorar.

—Nos besamos un poco. Nada más. No hemos hecho daño a nadie. No volveré a hablar con ella siquiera. ¡Por favor! No lo incluya en mi expediente, por favor.

—Valoro esa confesión —dice la señora Gibson—, pero lo que no comprendo es por qué antepusieron sus deseos egoístas a su espíritu maternal.

La soledad es una forma de narcisismo. Una madre en armonía con su hijo, que entiende cuál es su lugar en la vida del niño y su papel en la sociedad, nunca se siente sola. Al cuidar de su hijo, todas sus necesidades quedan satisfechas.

Frida creía que convertirse en madre implicaría unirse a una comunidad, pero las madres que ha conocido son tan mezquinas como las chicas recién incorporadas a una hermandad universitaria: vienen a ser como un autoproclamado grupo de operaciones aferrado a una ortodoxia maternal.

A ella su madre nunca le habló de sexo, de cuerpos y sentimientos. Frida no cometerá ese error

Renee cree que el Estado debería percibir su arrepentimiento. Tendría que trabajar, o rezar, o hacer ejercicio. Tendría que limpiar. No debería ver la televisión ni perder el tiempo con el ordenador o el teléfono. Tiene que mostrarles que se está debatiendo con la culpa. Cuanto más sufra, cuanto más llore, más la respetarán

Chi ku, una frase que Frida no había oído desde hace muchos años: soportar las penas. Empleaban esa expresión para describir lo que su abuela paterna, su ahma, había sufrido durante la Revolución cultural

«Ya empezamos», piensa Frida. Ella es una mala madre entre otras malas madres. Ha incurrido en negligencia y abandono con su hija. No tiene otra historia ni otra identidad

Cataloga a las madres según la edad y la raza, como imagina que hace el Estado, como ella misma suele hacer cuando sospecha que es la única asiática. Gust, cuando se mudaron a Filadelfia, se burlaba de ella por su manía de contar cuántos asiáticos había visto en una semana

Ella es una mala madre porque sus abrazos transmiten rabia. Es una mala madre porque su afecto es mecánico

«Soy una mala madre, pero estoy aprendiendo a ser buena». Repitieron la frase tres veces, como si fuesen la Dorothy de El mago de Oz tratando de volver a casa