Después de la crisis de 2001, una nueva camada de argentinos desembarcó en España. Fueron muchos, estaban muertos de hambre, eran profesionales de clase media y tenían un afán secreto: corromper la cultura ibérica hasta conquistarla. Entre sus objetivos se destacaban: contaminar la gastronomía peninsular, seducir a la mujer española, imponer sobremesas filosóficas, masificar el consumo de dulce de leche, obligar a los hinchas de fútbol a entonar cantitos con argumento, educar al carnicero en el corte paralelo al nervio y, sobre todo, invadir las guarderías españolas de chicos con apellidos terminados con la letra "i". Este libro pasó en secreto de mano en mano como un Corán argento que cada emigrado memorizó en el exilio.