Una ladrona de arte construye un museo con una colección de obras creadas por artistas colombianas. Angélica Ávila se aleja de los lugares comunes de los textos sobre arte y explora los límites de la contemplación: observa, describe e interpreta. En el Museo voraz, una obra puede evocar un recuerdo íntimo o un deseo oculto, puede dar ganas de comer una fruta o de escribir un poema.