Una madre busca a una muchacha para casarla con su hijo. Como suele ocurrir, la candidata debe cumplir con ciertos requisitos, uno fundamental en este caso: estar muerta. Su hijo lo está también y necesita compañía, de lo contrario seguirá viniendo a visitarla para robarle los recuerdos -y ya le quedan pocos-. No debe de ser difícil encontrar una novia así; en este país lo que sobra son cadáveres de muchachas. Óscar es fotógrafa. Su hermana gemela acaba de morir, consumida por el cáncer y por el miedo. Para lidiar con su ausencia, se vuelca en un nuevo proyecto fotográfico: hacer los retratos de dos hombres muertos hace mucho tiempo, Joseph Merrick y Alan Turing. ¿Es posible fotografiar a una persona muerta sin afantasmarla? Esta novela está habituada por presencias espectrales y vacíos pesados como el hastío. Sólo una cosa no hay, todavía: el olvido.