"Isabel Arango creció intensa y desatada como el olor del café" bajo el amparo de aquellos enigmáticos y majestuosos Popocatépetl e Iztaccíhuatl, quienes han estado antes y estarán despues, quienes parecen eternos. En "Ninguna eternidad como la mía", Ángeles Mastretta nos traslada al México posrevolucionario de la segunda década del siglo XX para narrarnos la historia de Isabel, una joven que emigra al Distrito Federal (hoy CDMX) para estudiar danza.
Mastretta construye con maestría y poesía, un personaje lleno de pasión por el amor, la vida y la danza; una adolescente en busca de la autenticidad en un escenario pleno de seducciones, pero también de peligros; una época en la que los volcanes y los gallos aún estaban al alcance de nuestros sentidos. La danza, el amor y la ciudad: tres elementos con los que la autora traza un amplio y fascinante relato en cuyo curso la escritura baila sin parar.
No esperaba que fuera tan corto, y tampoco tan hermoso, ya había olvidado lo bello de leer a Ángeles y lo poderoso de su oficio, es única e incomparable, que hermoso ha sido volver a leerla saboreando los aromas, las vistas y la comida de México en sus letras, eso que consideramos perdurable, eterno, lo es en nuestro universo particular, ninguna eternidad como la de Isabel, o la mía, o la tuya, o la de cualquiera que haya subido a ese cielo.
Magnifica pluma de la maestra Mastretta, vaya manera para describir nuestro México revolucionarios con sus volcanes como escenario para vivir un tórrido romance.