Alguna vez hubo un México en donde el narcotráfico no imponía modas, costumbres y complicidades. Incluso hubo una Guadalajara --con sus modos, méritos y defectos— antes de que emblemáticas figuras del trasiego de droga se asentaran ahí. La reciente detención de Rafael Caro Quintero nos hizo recordar la vida en los años ochenta, década del esplendor y primera aprehensión del capo sinaloense: presentamos una cascada de memorias sobre Guadalajara, capital que recibió, con los brazos abiertos, a los señores del narco.