Es un punto controvertido si el robo en domicilios ha de considerarse un deporte, un oficio o un arte. Para oficio la técnica es muy poco rigurosa, y sus pretensiones de que se lo considere un arte están viciadas por el elemento mercenario que determina sus triunfos. En general lo más apropiado parece ser clasificarlo como deporte, un deporte para el que en la actualidad todavía no se han formulado las reglas y cuyos premios se distribuyen de una manera extremadamente informal. Fue esta informalidad del robo domiciliario lo que llevó a la lamentable extinción de dos prometedores novatos en el parque de Hammerpond.