En esta novela, el escritor colombiano mantiene su imaginario personal de personajes incrustados en el lado oscuro de las calles y del cariño. Los parques, el asfalto, la violencia, el alcohol, el humo de los bares y los desolados páramos interiores son los escenarios donde los protagonistas buscan una redención que no están seguros de desear del todo. Mediante febriles monólogos interiores consigue que su literatura trascienda la mera descripción para convertirse en una experiencia orgánica.
Este libro no está hecho de letras, papel y tinta, sino de carne, latidos y sangre. Literatura que respira y que palpita. Abrirlo es aceptar que la vida muerde y poner el cuello para recibir la dentellada, porque nadie puede leer a Rafael Chaparro y quedar impune.
«La vida es un disparo que no da nunca en el blanco».