Para los lectores, hay pocas experiencias tan asombrosas e inolvidables como la primera lectura de Kafka. No importa lo que uno haya leído antes: cruzarse con una de sus novelas o cuentos, con un fragmento de sus diarios, es aprender a leer de un modo nuevo. La prosa precisa y de resonancias alegóricas; la capacidad para urdir tramas perfectas donde la lógica de la pesadilla convive con el grotesco; el modo de narrar la inapelable arbitrariedad del poder; el don único de volver verosímil lo que en principio parece imposible de alcanzar ese estatuto. Está antología preparada y prologada por Diego Erlan y traducida por Ariel Magnus es una muestra inmejorable de su talento impar.
Un mensaje imperial, una de sus prosas más breves, muestra que página a página, quizás como ningún autor del siglo XX, Franz Kafka funda una realidad: el mundo se piensa de otra forma, más sagaz y sospechosa, más paradójica, después de leerlo.