Las palabras, las grandes y las pequeñas, son puentes que nos unen. Nunca nacen solas. Hay tantos autores que han escrito grandes y luminosas palabras sobre la Gestalt. Yo escribo palabras pequeñas porque creo que también importan. Escribir es mi forma de aprender, pensar, de hacerme preguntas, de intentar contestarlas, de perderme y, a veces, de encontrarme, es decir, de escribir gestálticamente. Tomo esos conceptos, esas grandes palabras entre mis manos para observarlas de cerca, ver sus plumas, olerlas, descubrir su sabor y luego hacer algo mío con ellas. Esa posibilidad te da la teoría Gestalt al ser diversa, cambiante y múltiple. En este libro escribí sobre temas que me resultan significativos, que me conmueven, que tocan mi experiencia y mueven mi curiosidad: la palabra gestáltica, las posibilidades del silencio, la incertidumbre del proceso terapéutico, la irrupción de la otredad, la mirada estética y el enfoque Gestalt aplicado a la educación. Lo que intenté fue asomarme a temas derivados de la teoría, que me permitieran reflexionar en la práctica, en la experiencia real y compleja del trabajo cotidiano con los pacientes, esos otros que sufren y que acuden al consultorio con la intención de sanar, de conocerse, de ampliar su consciencia, de crecer.