Van a terapia, se les retira momentáneamente del servicio, reciben atención médica, pero aún así tienen que lidiar con sentimientos confusos. Eso es lo que pasa, el duelo que atraviesa, cualquier conductor del Metro cuando, por accidente o por suicidio, una persona muere debajo de las ruedas del tren que llevan de un lado para otro. Alma Delia Fuentes obtuvo un testimonio rico en anécdotas sobre la vida de los conductores del gusano naranja que diario transporta a al menos 5 millones de personas en el Valle de México.