Antonieta Rivas Mercado nació en 1900 en la ciudad de México. A los 30 años, se suicidó pegándose un tiro en el corazón dentro de la Catedral de Notre Dame. Parte de su historia está contada en la película “Antonieta”, que Carlos Saura dirigió en la década del 80. Rivas Mercado fue una de las grandes promotoras de la cultura mexicana después de la Revolución. Por ejemplo, fundó el primer teatro independiente del país. Y apoyó como mecenas a una gran cantidad de escritores y pintores.
Uno de esos pintores fue Manuel Rodríguez Lozano. Cuando lo conoció, quedó impactada por su belleza y su personalidad. Incluso lo contó en uno de sus textos. “Andaba usted. Dueño de cada una de sus pisadas. Sentí su pureza. Sentí su integridad”. Pero éste fue uno más de los amores desdichados de Antonieta. Un amor no correspondido por una sencilla razón: Manuel era homosexual. Antonieta escribe esta carta con el corazón en la mano. Le dice que lo ama y que sólo él puede salvarla de la amargura. Lee la actriz María Sandoval. El arte de este episodio es de Santiago Quintero
(@sanquinter).
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Manuel:
Le escribo ya que usted así me lo indicó. No quiero que imagine desamor u olvido. ¡Qué más quisiera yo!
¿Quiere usted, a sabiendas, echarme a perder algo de lo mejor que aún traigo conmigo? ¿Tan poco vale mi cariño, para usted, que decía necesitar arraigados afectos, que como sembrador está lanzando amarga semilla?
Hubiera sido mejor irme, si mejor es el engaño. Siento agudamente que en estos momentos descansar para usted es descansar de mí, que la ausencia sólo reza conmigo. ¡Qué no daría por quererlo hoy!
Comprendo que mi comprensión sólo agudiza mi sensibilidad. Mucho debo haberlo ofendido o muy poco debe haberme querido y, si insisto en hablar en términos de cariño, es que todo lo otro, el mundo de estimación y dejamiento, el frío existir de sentimientos sin devenir cálido, me hostiliza.
Es usted injusto, es usted cruel. ¿Vale tan poco mi cariño, valgo poco yo, Manuel, no puede usted salvarme de la amargura? ¿Quiere usted que yo también llegue a no atreverme a dar fuerza a que me hayan negado? Llevaba una flor en el alma. ¿Dígame? ¿Qué quiere usted hacer de mí? ¿Valía la pena rescatarme cuando iba a la deriva, si había de ser para esto?
Será necio y romántico, pero verídico. Si usted me deja seguir el camino sola, me iré a restañar en el silencio. Tiene usted mi vida entre sus manos.
Nada quiero porque quiero todo. No me agusane el corazón. Si en usted he puesto mi fe y mi amor, si soy toda quietud y paz y paciencia y ternura, si mi hondura es usted quien me la da, no ciegue la obra buena, lléveme consigo.
Este año, en la crisis mala estuve a su lado. No me envenene negándome ese derecho. Es ahora cuando el amigo tiene derecho al amigo. ¿Qué quiere usted hacer de mí?
Antonieta.