A Ezequiel Martínez Estrada se lo recuerda, en la historia de las ideas, como autor de ensayos, de los más importantes que se han escrito en este país. Algunos son ineludibles: Radiografía de la Pampa, sin duda el de mayor renombre, equivalente al Facundo de Domingo F. Sarmiento. O bien su libro sobre el peronismo, ese jeroglífico nacional: Qué es esto. Todo un título. Sin embargo, en sus inicios, Martínez Estrada tuvo fama de poeta. Y si bien al final de su vida dedicó esfuerzos a causas revolucionarias –en Cuba– y todavía tuvo tiempo de clavar la pica tercermundista, la obsesión de su vida fue la Argentina, a la que también llamó "Trapalanda", y ambos eran nombres de ficciones: de cuentos que terminan mal. Y cuentista él lo fue –publicó varios– y asimismo obras de teatro, y nos dejó una novela inconclusa, Conspiración en el país de Tata Batata. Nunca dejó de ser un creador de obras literarias y hasta cabe conjeturar que sus embestidas quijotescas contra todo y contra todos –es una estampa posible: batallado marcado, en pose de jaque maque– eran las de un descreador de leyes y países. Quizás toda su vida se preparó para escribir una gran novela, y todo lo anterior fueron apenas aprestos, y tan sólo le faltó poner el punto final, justo él, que siempre los ponía a quemarropa. Christian Ferrer