La canoa estaba acercándose ahora a tierra firme. La bahía se abría, y un intervalo en el blanco oleaje del arrecife indicaba el lugar por donde el pequeño río desembocaba en el mar. La zona de verde más espesa y profunda del bosque virgen delataba su curso bajando desde la distante ladera montañosa. Aquí el bosque casi llegaba hasta la playa. A lo lejos se levantaban las montañas de textura oscura y semejantes a nubes, como si fueran olas repentinamente heladas. El mar estaba en calma salvo por un oleaje casi imperceptible. El cielo resplandecía. El hombre del pequeño remo tallado a mano se detuvo.