Calígula, el emperador romano al que se recuerda como sinónimo de la depravación, sigue motivando curiosidad y polémicas entre los historiadores.
Más allá de otros aspectos de su gobierno –reformas, expansión militar– lo más llamativo sobre él pasa por la ristra de anécdotas sobre su sexualidad desenfrenada, los crímenes por diversión y el supuesto intento de hacer que su caballo fuera nombrado cónsul. Todo mientras levantaba un culto religioso en torno de su persona.
Calígula fue asesinado por un complot, e inmediatamente se dispararon las primeras versiones sobre las causas probables de su demencia.