El narrador se escinde entre dos tiempos: uno en el que acompaña a Clara y otro que surge de sus recuerdos por donde desfilan su niñez, las imágenes de una pandemia que lo obligó a formar parte de una brigada cazadora de ratas y el momento en el que, terminada la peste, conoce a Clara caminando por la playa. Al adentrarnos en la prosa de Rodrigo Márquez Tizano, advertimos que el verdadero protagonista del libro es el lenguaje: que se suelta de sus ataduras, revienta a través de una prosa firme y desenvuelta que embiste contra la solemnidad en todas sus formas y a partir del absurdo teje un autorretrato que lo mismo se ciñe a nuestra época y geografía que a cualesquiera otras porque la materia con la que trabaja el autor es nada menos que el tiempo.