En el año 1530, Paolo Grillandi, juez pontificio presidente del tribunal secular de Roma, realiza una investigación sobre un turbio homicidio y un infame rapto descubriendo poco a poco actividades oscuras de personajes ilustres dedicados al satanismo, el asesinato y la sexualidad más bestial y, tratando en definitiva de hacer justicia, pero no sin un grave perjuicio personal, condenará estas personas malvadas a morir en la hoguera, según los criterios legales del momento, al ser autores no solo de uno, sino de una larga serie de delitos; entretanto el camino que el magistrado debe recorrer para conseguir las pruebas es largo, peligroso y no está exento de atentados contra su vida. Paralelamente se convierte de despiadado cazador de brujas en hombre de dudas y compasión debido a ciertas experiencias y encuentros, en primer lugar gracias al joven y cultísimo obispo Micheli, que se encuentra entre los muy pocos eclesiásticos que en esa época combaten el fanatismo en nombre a la amorosa Razón divina. Durante auge de la caza de brujas del Renacimiento, tras varios golpes de efecto hasta la última página, el lector encuentra, entre otras cosas, un duelo a espada con el diablo en persona, el saco de Roma, filósofos y magos gnósticos, esclavos, bandidos, santos y endemoniados, en una Italia ya próxima al Concilio de Trento, distinta de la actual y sin embargo similar en ciertos aspectos.