En otros países, son héroes. Aquí, algunos, son repudiados. Después de trabajar jornadas agotadoras, sin suficiente protección, sin comer, beber o satisfacer cualquier necesidad humana básica, Rosaura, enfermera del hospital Carlos McGreggor, uno de los designados por el gobierno para tratar a pacientes infectados con coronavirus, llega a su casa sola. Su hijo, por precaución, se ha ido a vivir con la madre de Rosaura. Sabe que su rostro será lo último que vean muchos de los pacientes antes de morir, que ella es la última trinchera.