Lupita tenía 10 años cuando un grupo paramilitar priista entró en Acteal y mató a 9 de sus familiares. Las autoridades sabían pero no intervinieron y, a 20 años de los hechos, casi todo los autores materiales de la masacre han sido excarcelados. Pero Lupita y su comunidad lograron convertir su rabia en lucha, su dolor en memoria. ¿Somos capaces, como colectividad, de reparar el tejido social después de hechos de este tipo?