El pescador cuenta sus aventuras –extrañas aventuras– y le da una vuelta de tuerca a cada anécdota.
Por momentos el pescador filosofa, pero nunca se detiene ni se pone solemne. En cambio busca moverse al ras de lo que recuerda, y siempre está listo para retomar el hilo.
El pescador salta de un tiempo a otro. Salta entre los tiempos de su vida, salta entre los tiempos de la historia.
Estamos ante un personaje bien latinoamericano que dice cosas muy peculiares sobre lo que ocurrió con los europeos (y sin los europeos) en el continente.
Juan Camacho entra a hablarnos de reyes, piratas, amores y dragones, o del arte de pescar, en un monólogo que fluye como los mejores ríos y los mejores cuentos.