El 7 de marzo, en las cárceles de Módena y Pavía se desató una revuelta porque a miles de familiares de presos italianos se les negó la visita. Siguieron las revueltas en Nápoles, Salerno y Frosinone. Dos semanas después, en un sólo día se registraron 16 casos de positivos al coronavirus entre los detenidos y el miedo dentro de las prisiones italianas comenzó a crecer. El ministro de Justicia se vio obligado a anunciar una serie de medidas preventivas, que inlcuyó las primeras liberaciones de reos.